EL MIRADOR DEL FITO, 14-4-07

 

La última vez que subí al Fito había sido en la 125, así que ya era hora de hacerlo con la V. La idea inicial era hacer la ida por la costa y volver por el interior, por lo que de Oviedo me dirijo a Villaviciosa, por Sariego y La Campa (una delicia, recién asfaltada). Es parada obligada en Valdediós, para visitar el "Conventín", iglesia prerrománica de San Salvador, erigida por el rey asturiano Alfonso III "El Magno", único vestigio de un conjunto monástico, que más tarde sería el lugar de retiro del rey, al ser depuesto por sus hijos. Que se aplique el conocido refrán de la cría de cuervos. Fue consagrada por 9 obispos en el año 893, según las crónicas medievales.

Al lado del conventín, se encuentra el conventón, monasterio cisterciense de Santa María de Valdediós, de época más tardía, comienzos del siglo XIII, que ha sido restaurado y cuenta con una comunidad de monjes que lo habitan. En los muros interiores de la iglesia, son visibles diferentes marcas causadas por inundaciones del cercano río Valdediós.

Villaviciosa. Nombre que sustituyó al inicial de Puebla de Maliayo, y no es viciosa por sus vicios, sino que el término hace alusión a la riqueza y fertilidad de sus tierras. Este es un monumento a un visitante ilustre, Carlos V, que en un azaroso viaje para ser coronado rey de España, desembarcó en el cercano puerto de Tazones en 1.517.

Esa plaza está dedicada a "El Ausente". Llama la atención que el ayuntamiento no haya cambiado el nombre ni retirado el yugo y las flechas, como ha ocurrido en muchos otros lugares de Asturias. Tal vez sea que aquí siempre ha gobernado la derecha, no estoy muy enterado.

En Villaviciosa cogemos la N-632, que bordea la ría por la derecha. Al poco de salir de la villa se encuentra la fábrica de sidra "El Gaitero", famosa en el mundo entero. No es que me desagrade la sidra achampanada, pero, para mi gusto, como la natural no hay otra. "Écha un culín, manín".

Nos desviamos un par de kilómetros de la 632 para visitar la iglesia prerrománica de San Salvador de Priesca, también perteneciente al período de Alfonso III. Su aspecto es ya más rústico que el Conventín, y son evidentes añadidos posteriores. En su interior destacan unos bellos capiteles e interesantes restos pictóricos.

Tal y como vemos por la señal indicadora, por aquí pasa el Camino de Santiago, el llamado "Camino del Norte", que va a Compostela recorriendo la Cornisa Cantábrica. El más conocido es el Camino Francés, pero existen muchas rutas alternativas, que han servido de canal de intercambio de culturas durante siglos.

En Colunga se localiza el Museo del Jurásico de Asturias. Por que se ubicase en su territorio pugnaron varios concejos asturianos, pero al final el que se llevó el gato al agua, o mejor, el dinosaurio, fue Colunga, cuya costa está salpicada de yacimientos y restos prehistóricos. Yo escapo rápidamente, no por miedo a las reproducciones de los dinosaurios, sino porque ya que me toca lidiar cotidianamente con diferentes especies prehistóricas, el día de descanso prefiero desconectar un poco.

A estas alturas de la ruta ya puedo emitir un juicio sobre los guantes que estreno, y que me regaló Itzíar por el Día del Padre. La verdad, es que, valga la redundancia, se ajustan  a mis manos como un guante, estoy encantado con ellos. Gracias, hija.

Esta es la playa de La Griega, entre Colunga y Lastres. En ella desemboca el río Libardón, y en sus rocas se pueden ver muchos fósiles de huellas de dinosaurios.

La más conocida del litoral colungués es la playa de La Isla. Es de suponer que el nombre de la playa le viene dado por el islote que hay frente a ella. En esta playa fue hallada una lápida dedicada a la diosa Mitra, y otros restos arqueológicos, testimonio del período de dominación romana.

Al salir de La Isla, dejamos la  N-632 y cogemos la AS-260 hacia Arriondas. Pasamos por Santiago de Gobiendes, otra muestra más del prerrománico asturiano de la época de Alfonso III. El estilo empieza a evolucionar hacia el románico, sobre todo en una concepción más amplia de los espacios. También se bebe de fuentes mozárabes en la utilización de arcos de herradura y diversos elementos decorativos.

Este es el resultado de andar "caleyando per Asturies", pero en dos ruedas. Las botas (47 sin jardinera, para más señas) sufren las consecuencias del estado de muchos caminos que debemos transitar para llegar a lugares que se ven en estas crónicas. Un poco de betún no les vendría mal, y a la moto tampoco le vendría mal un manguerazo, desde luego que no.

La Sierra del Sueve entre la niebla. Se yergue a escasos centenares de metros de la costa, y cuando soplan los vientos del norte, hace de freno para las masas nubosas, lo que hace que muchos días al año las nieblas sean persistentes en esta zona. Esa humedad también favorece la abundancia de praderías, donde pacen rebaños de vacas, y también es el hábitat natural del caballo asturiano por antonomasia, el Asturcón, muy valorado ya por los romanos por su fortaleza y resistencia, pese a ser pequeño de porte. 

Empezamos el ascenso hacia el mirador del Fito. La niebla mencionada antes nos impide gozar de fantásticos paisajes desde esta atalaya tan cercana a la costa. Al fondo se ve, difuminada, la playa de La Isla. La carretera es divertida, con pendientes y curvas en abundancia, aunque el firme precisaría una capa de asfalto para ser perfecta. Aquí se han disputado pruebas automovilísticas desde hace muchos años, tramos pertenecientes a los rallies Villa de Llanes y Príncipe de Asturias, y la mítica Subida al Fito, ganada en 1985 por nuestro amigo Paulino Díaz, conduciendo un Simca 1000 de aquellos en los que era tan difícil hacer el amor.

Al coronar el alto me sorprende la presencia de un grupo de personas en torno a un monumento. Claro, es 14 de abril y es un acto conmemorativo del aniversario de la II República. Lectura de un texto, y gaiteros poniendo la ambientación musical, el Himno de Riego y el Asturias Patria Querida. 

Esta es la placa del monumento, en recuerdo a los que dieron su vida por los ideales republicanos. Ojalá nadie tuviera que dar su vida por sus ideas, sean del signo que sean. 

El Mirador del Fito, obra de Pimentel, inaugurado en 1.947. Original construcción, que nos eleva sobre el terreno para obtener mejores vistas si cabe.

Sin niebla tendríamos unas vistas espectaculares de la costa a nuestros pies, pero este puré de patata fue lo único que pude ver. Habrá que volver otra vez para resarcirse. Si es que cuando se quiere buscar disculpa para hacer algo, enseguida se encuentra.

Para no tener que esperar, pongo esta foto pillada en la red. Un buen día de sol, pardiez, que no necesariamente tiene que ser en verano. Para mi gusto, un día despejado de enero y febrero, y si es posible, después de haber llovido, es lo ideal en Asturias para tener una visión más nítida del paisaje. Vemos abajo la playa de La Isla, y más al fondo, la villa marinera de Lastres.

El regreso lo hago por el mismo camino que la ida. El buenísimo estado del reciente asfalto de la carretera por la costa, y las ganas de darme el gustazo de una subida a La Campa, también con nuevo y requetenegro asfalto me hicieron variar la idea original, que era bajar del Fito a Arriondas, para luego volver a Oviedo por la N-634, bastante aburrida y con más tráfico que la otra ruta. El final del descenso del Fito se ralentizó por la invasión de la calzada por un rebaño de vacas, que nos hicieron ir a su paso un par del kilómetros. Menos mal que fueron apacibles vacas, y no feroces Tricerátops escapados del Museo Jurásico.

 

 

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